14 de setiembre de 2014
Son muchos los recuerdos y sentimientos que brotan de nuestra memoria al recordar estos años que hemos tenido la suerte de tenerte entre nosotros en el desarrollo de tu labor ministerial, compartiendo alegrías y tristezas, acompañándonos y orientándonos en nuestro peregrinar hacia la vida definitiva.
Dice un refrán que “Es de bien nacidos ser agradecidos” y aunque los castellanos tenemos fama de ser reservados y poco comunicativos, que nos cuesta exteriorizar nuestros sentimientos y emociones, sin embargo, en nuestro interior, sabemos valorar y agradecer lo que otras personas hacen por nosotros. Quizás por eso se nos hace difícil manifestar con palabras los recuerdos y sentimientos que se agolpan en nuestra memoria de estos catorce años que has convivido con nosotros.
Queremos expresarte nuestra gratitud:
- Por tu entrega vocacional, acudiendo puntualmente a la cita semanal de cada domingo, especialmente en el gélido invierno cuando las condiciones climatológicas son difíciles, arriesgando en ocasiones tu integridad física para llevar la palabra y el consuelo espiritual a las escasas personas que acuden a nuestras frías iglesias en la época invernal.
- Por el talante personal que te ha caracterizado, por ese saludo afectuoso, sonriente, cuando te encontrabas con nosotros, por ese trato afable y cordial que nos has dispensado a todos, sin distinciones, independientemente del sentir religioso de cada persona.
- Por tu esfuerzo por unir y agrupar a todos tus feligreses invitándonos a participar en diversas celebraciones como la Pascua, san Isidro, san Roque, fomentando el espíritu comunitario y la unión y comunicación entre los pueblos.
- Porque en el plano espiritual has sabido dar respuesta a las inquietudes e interrogantes que se nos han ido planteando. Has sabido dar luz en esos momentos en los que parece que no hay salida, utilizando siempre la palabra precisa, sin rodeos.
- Porque has sabido estar a nuestro lado en los momentos duros en los que la desgracia y la adversidad se han cebado con algunos de nosotros, acompañándonos y buscando palabras de consuelo, especialmente cuando algunos de nuestros seres queridos nos ha abandonado. También has sabido celebrar con nosotros los momentos dulces de la vida compartiendo nuestra felicidad y nuestras alegrías.
Te deseamos lo mejor en tu nuevo destino, seguros de que vas a seguir desarrollando tu tarea ministerial con la misma eficiencia y dedicación que hasta ahora, aunque con otras personas que, a buen seguro, se van a sentir afortunadas de tenerte al frente como guía espiritual.
En esta celebración de despedida no queremos que la tristeza nos invada pues sabemos que vas a estar ahí cerca, en comunión, como mediador, intercediendo por nosotros ante el Altísimo, nosotros también pediremos para que Él guíe tus pasos.
Por eso más que un adiós queremos expresarte un “hasta cuando quieras” pues sabes que tienes reservado un hueco en nuestras casas y, sobre todo, en nuestros corazones.
Finalmente te pedimos que aceptes este pequeño detalle para que cuando lo mires te acuerdes de las gentes sencillas de aquel precioso valle, que el Creador nos ha regalado, gentes en las que ha calado hondo el mensaje que nos has transmitido con tu palabra sencilla, precisa, directa y sobre todo con tu buen hacer poniendo en práctica aquello que más de una vez habrás oído en tus tiempos de seminarista: El mejor predicador es fray ejemplo.
Por todo ello … ¡¡¡ MUCHAS GRACIAS, JOSÉ LUIS !!!